¿Seremos los mismo?
Büyükada es una de las 4 islas del Mar de Mármara en Estambul – Turquía, y es aquí donde se encuentra nuestra fraternidad de las Hermanas Franciscanas Misioneras del Sagrado Corazón, formada por tres hermanas: Hna. Zita Gutang (Filipinas), Hna. Gigimol Sebastian (India) y Hna. Miriam Oyarzo (Chile).
Nuestra misión en esta tierra musulmana es “estar presente”, a través del testimonio de una vida evangélica al estilo franciscano, llevando la paz y el bien a todos. El diálogo sencillo y doméstico es el corazón de nuestra misión y hoy más que nunca es un instrumento para «unir a toda la familia humana» (LS, n.13); sentimos un vivo compromiso por cuidar nuestra casa común, la promoción de la justicia y la construcción de la paz … pero nuestra pequeña fraternidad también quiere ser un puente que une a las personas.
Desplazándonos por las páginas de Laudato Si’ y sintiéndonos totalmente responsables de salvaguardar la Creación, madurando una conciencia comunitaria de los diversos abusos que sufre nuestra tierra. Queríamos, de un modo sencillo, provocar un cambio de estilo de vida comenzando por «dar vida» y por “cultivar” todo tipo de semilla que encontráramos en casa. Hasta hoy (septiembre) ya no necesitamos comprar verduras en el mercado: recolectamos los frutos de nuestra huerta.
Nuestra campaña de huerto urbano/comunitaria comenzó primero con la preparación de pequeñas macetas con semillas de cada especie y luego con la preparación de la tierra. Hemos preparado un lugar específico para sembrar en el interior, un lugar donde el sol salía por la mañana y hacía fresco por la tarde… ¡era el lugar donde cuidamos la vida!
Luego, llegó el momento de la espera, la esperanza de ver aparecer los primeros signos de vida y cuando llegó el milagro nos llenó de una alegría sencilla pero inmensa. Con las macetas con brotes germinados empezamos a preparar el espacio para crear nuestro «huerto urbano» y así comenzamos la segunda parte de nuestra aventura.
En abril, dos meses después de empezar a «sembrar vida», el Señor pensó para nosotras que cultivar la tierra era el primer paso para cuidar la vida real: llegaron 20 personas a nuestra comunidad parroquial, todas extranjeras, hombres y mujeres que, durante esta emergencia de Covid-19, fueron liberados de varios centros penitenciarios en Turquía pero que, al no tener donde ir, vinieron aquí.
Junto a ellos comenzamos a amar, cuidar, cultivar, preparar la tierra donde podemos trasplantar nuestros brotes y junto con este trabajo, nuestra comunidad ha comenzado a cuidar sus vidas y a formar una familia.